En el panegírico ante los restos de su amigo Federico Henríquez y Carvajal, el educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos desahogó su dolor en una frase punzante: “Oh, América infeliz, que solo sabe de tus grandes hombres  cuando son tus grandes muertos”. Más que una simple expresión, un lamento.

Ya antes, el libertador cubanos José Martí había pronunciado una expresión lapidaria sobre el honor de exaltar virtudes y valores: “honrar, honra”. Las Sagradas Escrituras también nos hablan del deber de reconocer los autores de buenas obras. Jeremías 32:41 plantea que “Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma”.

El presidente Danilo Medina inauguró recientemente en la comunidad de Los Salados, Santiago de los Caballeros, el Politécnico Maestra Elsa Brito de Domínguez, formidable recinto de 29 aulas, que acogerá 910 alumnos de esta comunidad.

No hablaré especialmente de la magnitud de la obra, ni de lo que significa un centro formativo de esta trascendencia en una comunidad medularmente pobre, ni de la oportunidad que le brinda a casi mil jóvenes de acceder a la preparación tecnológica y vocacional, que le abrirá la puerta hacia la superación e inserción a la producción.

Lo que quiero tratar es, fundamentalmente, el personaje que se honra con su nombre, la icónica educadora cuyo nombre identifica tan importante obra.

Tengo excelentes referencias de la profesora Brito de Domínguez, a quien tuve finalmente el agrado de conocer en persona a principios de mes, cuando acompañó a su hijo, el licenciado Francisco Domínguez Brito, precandidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, en un emotivo encuentro con periodistas, locutores y otros prestigiosos profesionales de la comunicación en la tan atinadamente llamada Ciudad Corazón.

Ya antes había leído algunos de sus enjundiosos artículos y uno de sus poemas, “Rumbo a una Estrella”, seleccionado en el diseño de su tarjeta navideña en 1997 por la embajada dominicana en París.

Mis amigos santiaguenses me señalan la profesora Brito de Domínguez como un referente de su pueblo, en materia educativa.

Celebro la fina condescendencia del presidente Medina y las autoridades educativas ante esta sobresaliente dama, cuyo nombre ya había sido  consagrado en otros proyectos educativos trascendentales, como el Bávaro Innovation School, Centro Educativo Tipo III, en los niveles preescolar, primaria y secundaria, en la modalidad académica Humanidades y Lenguas Modernas, que inició hace dos años, en 2017.

Articulista colaboradora de periódicos, revistas y otras publicaciones, la maestra Elsa Brito de Domínguez es también autora del poemario “Al pie de mi Escalera”, los ensayos teatrales “Lo que el Caminante aprendió de los Niños” y de su última autoría “Velada de Vida”.

No tengo dudas, la licenciada Elsa Brito de Domínguez es la última educadora que en Santiago levanta airosa la antorcha de la enseñanza que ya antes llevaron en sus manos otras damas igualmente distinguidas, Ercilia Pepín, Rosa Smeter y doña Altagracia Lora de Iglesias.

reporterosrd.com

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